Diferencias entre hacer y consentir que otro lo haga

 El Señor reprenda a su adversario, las veces que sea necesario. Este es un tema que me toca mucho, porque yo en su momento he dicho, públicamente, que no soy elegible a cargos en la iglesia ( reconocí mi falta de estabilidad, pero a la vez, que no pensaba dejar a Cristo pues quería dejar el problema).

Algunos quizás pensaron cuando lo leyeron que yo era un fornicario o adúltero, me imagino que por humillar (aunque quizás ellos pensaron yo lo que estaba era defendiendo mi pecado) mi imagen así. Pero la verdad es que yo no conozco ni mujer ni hombre y el revuelo lo hice en parte por falta de madurez; en parte por entender que ofendia al Señor desde hace tiempo (aunque me arrepentía), mas no podía superar el problema. En resumen: quería atar al hombre fuerte.

Pero este no es mi libro biográfico ( aunque bien pudiera ser parte de el en un futuro) de lo que trata está reflexión de un buey que trilla es de que la iglesia no eche fuera a esos jóvenes débiles, que les de seguimiento con versos como los de proverbios que dicen que el que se va por el camino de la mujer adultera no regresa jamás (proverbios 5). 

Cuántos hombres de Dios no pecaron después de hacer caso del llamado y no fueron desechados? Abraham planificó decir que Sarahí era su hermana, ocultando lo más importante: era su mujer. David tuvo varias esposas cuando estaba establecido por la ley de Dios una sola (Deuteronomio 17.14-20). El mismo David es un ejemplo para nosotros pues pecó sin premeditación y aunque nadie nunca le decía su lugar en trono estaba en riesgo: se lamentaba como si su vida fuera torturada por la maldad (como en realidad es cuando eres conciente del amor de Dios para ti).

Es mucho peor que busques solución erradamente fuera de la presencia del único que tiene palabras de vida eterna, y que termines consintiendo que otros lo hagan: así como dice el capítulo uno de La Carta a Los Romanos, versículo 32.

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