Por qué yo también?

 Hay que saber esperar, hay que aprender de la espera. La espera fue la escuela, que terminaría en graduación exitosa, de Josué y Caleb; que para los que no lo saben tuvieron que esperar 40 años para entrar a una tierra que ellos entendieron que el pueblo de Israel podía conquistar debido al Dios que tenían, Números 13.30 y 14.30. El problema fue que el pueblo le hizo caso a los 10 espías restantes que dijeron que no se podía (Dios nos llama a cosas grandes que solo con El podemos alcanzar).

Ellos habrán sentido frustrados diciendo: nos hace caminar entre dos paredes de agua del mar rojo creadas delante de nuestros ojos, nos da a beber agua de la roca, nos hace caer maná del cielo y también codornices, y está gente se rinde por pequeñeces. Debieron sentirse frustrados, por momentos más ellos que fueron que sabían lo buena que era la tierra que iban a conquistar no son paja de coco 40 años.

Pero en Dios el tiempo no pasa en balde pues ese aguante de ímpetu, que muchas veces nos hace no discernir bien logró que Josué aprendiera que la autoridad de Dios está sobre todo, es decir, que no era con su fuerza y que para ganar debía rendirse a la autoridad de Dios (este tema le costó entrar a l tierra prometida a Moisés), Deuteromio 3.26 y 4.21.  Y a Caleb le hizo también sumiso diciéndole a Josué que todavía tenía fuerza pero que sobre todo el ganaría si Dios lo ayudaba, Josué 14.6-12.


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